La mujer ha vivido en carne propia esa experiencia, pues en una ocasión viajó en “La Bestia” con su esposo hasta Centroamérica, donde nació una hija que ambos tienen en común. Durante la travesía, fueron muchas las penalidades: desde estar a punto de sufrir hipotermia hasta no tener dónde hacer sus necesidades fisiológicas, pues el tren puede correr hasta dos días interrumpidamente.
“Y pues sabemos lo que es sufrir hambreadas, sed, sueños, peligros… ahí corre uno todo peligro: que lo van a tirar a uno del tren, todo riesgo se sufre. Pues aquí estamos apoyando, para que no pasen sed, hambre los niños, porque viene mucho niño ahorita”, expresa.
La labor humanitaria que ella y los jóvenes, entre los cuales están su otro hijo, de dieciocho años de edad, y la novia de éste, no ha estado exenta de críticas por parte de quienes cuestionan la ayuda que el Gobierno Federal brinda a los migrantes.
“Ellos no saben lo que uno sufre. Mucha gente critica pero me gustaría invitarlos un día a que se suban al tren”, reta.
Aun así, Carmela dice estar dispuesta a realizar otra vez el viaje largo hasta la tierra de su esposo, Honduras, pues afirma que ya tienen experiencia y, sobre todo, fe en que el Creador los guardará durante el trayecto.
Mientras tanto, Carmela y sus dos hijos acuden cada tarde a la antigua estación del ferrocarril en Delicias, donde ayudan al grupo de voluntarios que, desde hace tres semanas, emprendieron la labor altruista de regalar agua y alimentos a quienes van en pos del “Sueño Americano”.
Sin embargo, esta vez los vagones pasan vacíos, lo cual extraña a los muchachos, ya que en los días anteriores iban llenos de migrantes. La decepción se refleja en los rostros. Solo queda esperar que no sea cierto el rumor de que las autoridades están bajando a todos del tren.